Orígenes
El
Mastín tibetano es una de las muchas razas que descienden del
Molossus, un perro de pelea de la antigua Roma. Es originario
de Asia central, donde guardaba los rebaños, y
se le puede encontrar en las estepas del Asia central y en los
alrededores de las estribaciones del Himalaya llevando a cabo
la misma tarea para los pastores nómadas. Ya se menciona al
Mastín tibetano en el siglo XIII en las crónicas del
explorador Marco Polo, quien se refería a los mastines
nativos como "tan grandes como asnos". Esto era
posiblemente una exageración, pero es ciertamente
imponente, tal como puede verse en el nuevo libro de Robert
Leighton, New Book
of ate Dog, en
el que escribe sobre el viaje de “Bhotian”, un Mastín
tibetano que se exhibió en el Cristal Palace, de Londres en
1906: "El viaje de Bothian a través de la India fue un
viaje caro, ya que necesitaba un carruaje para él solo.
Despejaba con eficacia todas las plataformas en las que se le
ejercitaba". El Mastín tibetano fue llevado a Gran Bretaña
por el rey Jorge IV (que reinó en 1820-1830) y llegó a América
a principios de este siglo, pero no es numeroso en ninguno de
los dos países. A esta raza le dio un estándar temporal el British
Kennel Club alrededor
de 1986, y el apoyo hacia ella parece crecer.
Carácter
y cuidados
Este
perro es un buen compañero, vigilante y guardián. Es
reservado, protector y madura despacio,
llegando a su mejor momento a los 2 o 3 años las hembras y en
tomo a los 4 años los machos. El Mastín
tibetano tiene un temperamento en el que se puede confiar a
menos que se le provoque, necesita un
vigoroso ejercicio regularmente en tierra dura y cepillado
diario.
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